lunes, 7 de junio de 2010

CORAZON DE PIÑATA

It seems a strange position, being very young..."


Últimamente me he sentido más joven que nunca, es circunstancial me queda claro. Algunas veces siento que nací hecha un adulto (puede parecer una afirmación soberbia, pero no lo es, es una sensación honesta), a los 10 meses caminaba y con poco más de un año hablaba más que un perico entrenado. Mis circunstancias siempre me obligaron a crecer antes de tiempo y esto nunca me ha molestado, me ha dado, desde que tengo memoria, un aire de madurez que aunque no esté necesariamente fundamentado, por lo general me ha ayudado a salirme con la mía y a conseguir lo que quiero antes de tiempo (la paciencia no es siempre una de mis virtudes). Ahora me encuentro sintiéndome una niña por momentos, tal vez más que cuando en realidad lo era y sorpresivamente no me molesta en lo absoluto. Me parece interesante como las cosas se acomodan para darnos la oportunidad de vivir experiencias que no nos tocaron en sus tiempos tradicionales y mientras me dejo consentir y me permito ocasionalmente hacer uno que otro berrinche infantil, le vuelvo a encontrar el gusto a los años de inocencia por los que siempre, sin saberlo, tuve tanta prisa de salir.



Siempre me gustaron las piñatas, creo que por varias razones. Primero lógicamente por los dulces, amaba la idea de poder atascarme de porquerías prohibidas en mi casa.
En segundo lugar estaba el hecho de romper cualquier cosa a golpes, definitivamente agarrar a “La Sirenita” a palazos tenia un poder curativo y un potencial catártico muy importantes. En tercer lugar (y aquí me pongo intensa para variar) esta el hecho de que tal vez me identifico un poco con las piñatas. Por fuera soy durita, tengo mi chiste, prometo diversión (y casi siempre cumplo), y como las piñatas más tradicionales tengo varios picos, para que nadie se me acerque demasiado, para dejar claro que llegarme al centro es una labor de valientes. Durante un buen rato el disfraz de piñata me quedo perfecto, hasta el buen día en que alguien me agarro a palazos. En este punto hay que decir que los palazos no fueron de furia, fueron golpes de emoción. No sé muy bien como pasó, pero llegó el momento en que el amor en todos sus matices me empezó a pegar con ese estilo mareado de los niños a quienes se les dan 10 vueltas antes de dejarlos buscar la piñata a golpes ciegos que abanican el aire. Obviamente sentí dolor y un miedo terrible, sabía que eventualmente un palazo bien dado me rompería… pero con todo y pánico estaba feliz… había un sentido de realización en el hecho de que el amor se ensañara en cuartearme, a fin de cuentas a eso venimos los de corazón de piñata, a que nos lo rompan. Cuando por fin me partí en más pedazos de los que me hubiera gustado, pasó lo que siempre pasa cuando se rompe una coraza (¿o será un corazón?)… quedó libre la parte que tanto se protegía, la cual (oh sorpresa) resultó ya no necesitar nigun tipo de armadura... salieron de mi todo tipo de curiosidades: sentimientos suavecitos de chocolate derretido al sol de medio día, recuerdos de paleta de los que te encaprichas en chupar porque siempre son dulces, rencores de chicle que después de un rato pierden su sabor y terminas masticando sólo por inercia, deseos picositos como polvos de Miguelito, instintos tan naturales como las mandarinas de posada, afectos pegajosos como gomitas y kilos del más puro amor de caña de azúcar, amor fibroso, empalagoso, a veces difícil de comer, pero que a fin de cuentas es el más sano y más dulce de los premios de mi corazón de piñata.

No hay comentarios: